Un estudio concluye que, de existir, es más probable que se encuentre a pocos centímetros de profundidad, bajo la superficie de un cráter joven.
Unos diez centímetros bajo tierra. Esa es la profundidad a partir de la que podría encontrarse —si es que la hay— vida en Marte; al alcance del
instrumental que lleva el rover Curiosity (Mars Science Laboratory), que llegará al planeta rojo a principios de agosto. Lo propone un estudio realizado por la Unión Geofísica Americana (AGU), que ha estudiado cómo penetra la radiación cósmica en el suelo, y cómo afectaría a las moléculas orgánicas que hubiese bajo éste.
Según el estudio, el lugar ideal para buscar moléculas orgánicas en Marte está justo bajo la tierra de los cráteres más jóvenes. «De hasta unos 10 millones de años» afirman los investigadores. Aunque el rover Curiosity va a aterrizar en un crater muy antiguo —de casi 3.500 millones de años—, es posible que tenga en su interior agujeros de impacto más modernos que sí cumplan las condiciones, asegura Javier Martín, del Centro de Astrobiología del INTA. «Aun así, el propósito del Curiosity no es encontrar vida en Marte», aclara.
El Mars Scientific Laboratory pretende aterrizar en el planeta rojo un completo laboratorio científico con el que estudiar su historia geológica. Por eso quieren que se pose en un crater «viejo», con estratos y otras características geomorfológicas que revelen el pasado marciano. «En sus laderas se pueden ver erosiones parecidas a las que dejaría un río», explica Martín Soler, que ha colaborado en el diseño del sensor ultravioleta que lleva REMS, la estación meteorológica del rover.
Pero, aun así, Curiosity tiene una cierta capacidad de detectar vida si se topase con ella. «Lleva una especie de taladro con capacidad de perforar unos centímetros», confirma Martín Soler, «y un espectrómetro». Hasta ahora sólo se han recogido muestras de la superficie marciana, que al estar expuesta a radiación ionizante hace improbable la supervivencia de moléculas orgánicas.
El problema de la radiación
Según los investigadores del AGU, sería prácticamente imposible encontrar rastros de vida hasta dos centímetros bajo la superficie. Sus cálculos estiman que la capa superior absorbe radiación suficiente como para destruir cualquier clase de materia orgánica. Pero entre los cinco y los diez centímetros bajo la superficie sólo llega una décima parte. «Aún es una cantidad extrema», afirman, «pero algunas moléculas simples podrían sobrevivir a esta profundidad».
«La atmósfera de Marte es muy ténue», explica Martín Soler. La Tierra cuenta con una capa de ozono y un campo magnético que deflecta todo tipo de peligros que llegan del espacio. Además de radiación ultravioleta, a la superficie del planeta rojo llega mucha radiación ionizante, capaz de afectar incluso a materia orgánica que se encuentre bajo tierra. Estudios anteriores habían propuesto una profundidad de 150 centímetros como la ideal para la vida.
El problema de la radiación es que, además de ser agresiva con la materia orgánica, sus efectos son acumulativos. Es más difícil encontrar materia orgánica en las zonas viejas de Marte porque han estado expuestas demasiado tiempo. Por eso los investigadores proponen excavar en cráteres de reciente formación. El agujero de impacto expone una zona que ha estado mucho tiempo a salvo de la radiación, y por tanto es más fácil que contenga vida.
Está previsto que Curiosity llegue a Marte el 6 de agosto. Es la apuesta más ambiciosa de exploración marciana que se ha lanzado nunca. Sus trabajos, que no incluyen buscar vida, sí ofrecerán mucha información sobre la habitabilidad pasada y presente del vecino rojo de la Tierra. Y si encuentra a su paso un cráter joven, ¿quién sabe?
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